6ta Marcha por el Derecho a la Salud Mental
Unas cinco mil personas volvieron a salir a las calles de Córdoba para demandar la aplicación plena de la Ley Nacional de Salud Mental, que el próximo año cumplirá 10 años desde su promulgación. Esta es una crónica de un poderoso acto político colectivo que demanda al Estado y disputa discursos en torno a la salud mental.
Avenida Vélez Sarsfield a la altura del Museo Genaro Pérez. Atraviesa la calle, de vereda a vereda un muro blanco, de más de dos metros de alto. Unos funcionarios burócratas de negro agregan una y otra hilera de ladrillos de cajas de cartón. El muro y la calle cortada esperan la movilización que ya superó la esquina de Colón y General Paz. Los funcionarios construyen el muro para contener, para encerrar a una marcha que lucha por la libertad. Una marcha que exige que la segregación y la exclusión nunca más sean pensadas como medidas terapéuticas. Porque nadie debe vivir en un manicomio.
La pared de cartón representa los muros reales pero también simboliza las barreras sociales que impiden la participación, simboliza la segregación, la falta de accesibilidad, los prejuicios, la discriminación y también las políticas de ajuste y desatención estatal de los derechos sociales básicos. «Frente a los muros y el abandono, puentes hacia la comunidad», plantea y exige la consigna de esta sexta marcha por el derecho a la salud mental.
Una hora antes, la marcha había partido de Colón y Cañada, cuando organizaciones, banderas y pancartas se agolparon en la intersección y desbordaron la calle. Las pancartas y voces ya manifestaban los por qué de la marcha: porque se aplique la Ley Nacional de Salud Mental, porque se abran dispositivos sustitutivos al manicomio, porque se cumpla el presupuesto de salud mental en los hospitales generales, en los centros de salud barriales. Porque se termine la mentira del Gobierno Provincial, que habla de desmanicomializar y expulsa usuarios al abandono de la calle, sin haber generado los suficientes dispositivos comunitarios previstos en la ley. Marchan en contra de los eternos ataques a la ley por parte de los sectores médico-psiquiátricos, de los propietarios de clínicas privadas y comunidades terapéuticas, más preocupados en mantener sus hegemonías de saberes y sus negocios monovalentes. Marchan porque haya techo, trabajo, salud, educación y mucho amor.
Minutos después, la marcha avanzaba y es la sexta vez que avanza en seis años, hasta la Plaza Vélez Sarsfield. Allí esperaba un escenario, un festival, un documento lleno de demandas, de voces diversas y de esperanzas. Esperaba una canción que sería cantada y bailada por miles.
Pero antes el muro. Casi listo, inexpugnable espera por la marcha. La detiene, unos 20 metros separan el muro de la bandera barredora sostenida por usuarios de salud mental, personas con discapacidad, mujeres, jóvenes, viejos. Familias. Personas que han vivido la exclusión, el manicomio, la discriminación y la falta de oportunidades. Y acompañados por trabajadores, por estudiantes, por vecines. Todos los cuerpos representan colectivamente a las más de 12mil personas que aún hoy viven internadas en 162 hospitales monovalentes públicos y privados de todo el país. Muchos están encerrados hace décadas: el promedio de internación es de 8 años en los privados, y 12 en los públicos.
Representan a los cuerpos de quienes han perdido todo. Porque viviendo en manicomios, las personas terminan perdiendo sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Como las personas internadas en Oliva, cuya ex directora fue desplazada luego de las denuncias que la acusaran de quedarse con dinero de personas internadas. El mismo manicomio que recibió múltiples denuncias por violaciones a los derechos humanos en los últimos años y al que el Órgano de Revisión Nacional supo calificar como “vergüenza nacional”. Pasa en Oliva y en cualquier hospital monovalente: allí las personas pierden las oportunidades, los trabajos que tenían antes, los que ya no tendrán, marcados con el estigma de la locura.
Porque además la locura está mal vista y tiene mala prensa. A menudo los medios reproducen y potencian discursos y representaciones que vinculan los padecimientos mentales con la peligrosidad, con la violencia y la incapacidad. Para transformar esa cultura también marchan quienes marchan.
Precisamente esos estereotipos históricos, mediáticos, policiales, son ahora encarnados en la movilización por un grupo de personajes que se adelanta unos metros a la columna de manifestantes. Sus rostros y actitudes devuelven a los curiosos transeúntes del centro de la ciudad, como un espejo, los prejuicios de los que estamos atravesados. Se adelantan y discuten con los funcionarios de trajes grises y palabras normalizadoras a escasos metros del muro. Avanzan y grafitean sobre la pared: “No más encierros”
Se escucha: “se va a acabar, se va a acabar, esa costumbre de encerrar”, y “alerta, alerta, alerta que camina, el antimanicomio por América Latina!” Los estereotipos caracterizados y la movilización avanzan y finalmente rompen el muro. Una escena violenta, disruptiva, alegre, liberadora. La 6ta Marcha por el Derecho a la Salud Mental rompió el muro y avanza. Imposible no sentir la emoción en la piel.
Sigue la columna principal y metros más adelante, se despliega, por tercer año consecutivo la bandera de cien metros que desde el 2017 es un de las marcas de identidad de esta marcha, que a esta altura también es una fiesta. La bandera tiene una leyenda que se lee desde los edificios y desde el drone que registra la escena: “La Salud Mental está en los Derechos”. En el colectivo organizador la apodaron “la vedette”.
En este momento los grupos se mezclan y sus banderas se pliegan. Todas y todos toman con sus manos esta bandera común que identifica al colectivo, al movimiento y a la lucha. Vuelve a escucharse cómo el antimanicomio avanza en América Latina. Más y más manos sostienen de ambos laterales y por debajo de la bandera algunes se lanzan divertides a correr de una punta a la otra del paño, que hace olas sobre sus cabezas. Definitivamente esta movilización es más que una fiesta: es un poderoso acto político que disputa con alegría las profundas raíces culturales de la ideología normalizadora.
Un par de cuadras más y la movilización finalmente alcanza la Plaza Vélez Sarsfield. Los encargados de conducir desde el escenario también son compañeros usuarios. Ellos reciben a miles de personas que han marchado y presentan cada momento del evento. Primero aparece un video tutorial que enseña a bailar la coreografía de la canción de la 6ta Marcha. Cada año, desde la cuarta edición, el colectivo organizador compone, produce y graba, de manera participativa una canción cuya letra surge de la consigna del año y resalta los puntos más importantes del documento.
La Marcha por el Derecho a la Salud Mental es un poderoso acto político que disputa con alegría las profundas raíces culturales de la ideología normalizadora
La Marcha por el Derecho a la Salud Mental es un poderoso acto político que disputa con alegría las profundas raíces culturales de la ideología normalizadora
Este año la canción cantó a los muros que “vamos a derribar”. Muros “del abandono social”, de la “desidia estatal”, “del negocio fatal”; pero también a los puentes “hacia la libertad”, que “permiten reparar”, que “construyan dignidad”, “hacia la comunidad”.
La canción no queda ahí: “venimos a demandar un lugar donde vivir, un trabajo que elegir, una mesa a compartir y un apoyo pa volar” e invita a las luchas sociales: “es con todes esta lucha, nadie nos puede faltar: ni los pibes con sus gorras, ni las pibas con su historia, les vecines, la memoria, toda la diversidad”.
Los miles que se amontonaron y cobijaron en la plaza Vélez Sarsfield, cantaron, bailaron la coreografía y cada cual, a su manera, la canción, el manifiesto, la demanda política. La Marcha por el Derecho a la Salud Mental produjo un nuevo momento de historia, de sentido colectivo. Un nuevo hecho político desde los cuerpos diversos y las voces heterogéneas de un colectivo que cada vez toma más fuerza y forma de un auténtico movimiento social.
Luego de la canción y antes del festival de bandas de usuarixs, que hace tiempo confluyen en el “Colectivo en Banda”, además de otros artistas, usuarios y grupos de teatro, vino la lectura del documento que recoge todas las demandas de la marcha. Un video en realidad, que registró voces múltiples, diversas, algunas leyendo y otras diciendo con otras -sus propias- palabras y apuntando por igual a los gobiernos nacional, provincial y municipal; y a los sectores privados de la salud mental; responsables todos de que a meses del año 2020 nuestro país no cumpla con el plazo comprometido internacionalmente para la sustitución definitiva de los manicomios, la reconversión de los centros monovalentes de salud mental, la transformación en un sistema de atención comunitario, integral, público, inclusivo, interdisciplinario y respetuoso de los derechos humanos y el despliegue de políticas públicas que favorezcan los derechos sociales de las mayorías. Aun estamos lejos de ese objetivo y de la reparación que el Estado debe a tantas vidas arrasadas. El documento, las demandas, la marcha dejó en claro que la lucha continua. Hacia allí marchamos.