Por Paula Guzman, Martín Passini y equipo Dislocadas.
“Paso mucho tiempo sola y me gustaría por ahí tener como más… estar rodeada de algún otro u otras personas, más de lo que estoy ahora”.
“Crecemos y ahí los cuidados muy poco espacio tienen para uno mismo…”
“Vuelvo a oler la toalla y me remite a mi abuela.”
“Para mi cuidarme estéticamente es importante, porque seamos personas ciegas no quiere decir que no podamos maquillarnos.”
“Recuerdo cuando mi hija era chica y la cuidaba. Ahora ya no. Extraño cuidar”.
“Para cuidar y ser cuidada necesitás un otro o alguien ahí al lado tuyo.”
“Todas las mujeres con discapacidad y todos los discas queremos tener nuestro colectivo ya que estamos hartas de que los otros colectivos no vengan.”
Quienes hablan son mujeres, participantes de las “Juntanzas”, unos singulares encuentros que se vienen realizando en Córdoba en el marco de la iniciativa «Dislocadas». En esta nota contamos más sobre esta experiencia que impulsamos junto a la Mesa de Trabajo en Discapacidad y Derechos Humanos y que reúne a mujeres con discapacidad y usuarias de salud mental para conversar y construir saberes y experiencias colectivas sobre los cuidados, desde sus perspectivas.
Las Juntanzas son un espacio vital de apoyo, aprendizaje y formación de vínculos. Las participantes son de distintas generaciones, tienen trayectorias y experiencias de vida muy diversas. Comparten sin embargo la disposición a encontrarse, en un espacio seguro y abierto, donde pueden expresar sus reflexiones, compartir sus historias y desafíos, opinar sobre temas que les atraviesan y construir experiencias colectivas. Muchas de ellas son madres o cuidan a otras personas, por eso, también hay un espacio para las infancias: las participantes saben que sus hijxs tienen un espacio cuidado para jugar, dibujar, pintar, leer. Están cerca.
La preocupación por los cuidados atraviesa las juntanzas desde el momento de la invitación que reciben las mujeres a participar: el equipo de las coordinadoras procura generar los apoyos y las medidas de accesibilidad necesarias para que la participación sea deseada y no se vuelva una nueva carga más para las mujeres que brindan su tiempo, sus ganas a construir conversaciones entre iguales.
Lo que se da en cada una de las juntanzas es una conversación. Una ronda. Una trama de palabras e historias que las mujeres van tejiendo. Las actividades van cambiando en cada encuentro: puede ser un programa de radio, o una caja con objetos que a las mujeres les hace recordar momentos de la vida o pensar en diversas dimensiones de los cuidados, o afiches con propuestas de acciones públicas. Las formas que van tomando esos diálogos van cambiando, pero siempre hay una conversación colectiva en torno a la gran pregunta que seguimos construyendo en conjunto, ¿Qué es cuidar? Las palabras van saliendo, y una compañera dice algo, otra suma un poquito y así, las voces se van entrelazando, y ya dejan de ser voces individuales, se va escuchando algo más compartido, colectivo. La escucha es tan importante como lo que se dice. Las mujeres se escuchan con atención y cariño. Es más que una escucha atenta, es una escucha cariñosa. Como cuando una de las participantes tomó un libro de historias infantiles y contó:
“El personaje de este cuento iba descubriéndose y descubriendo qué sentía a partir de las palabras, yo lo elegí porque creo que las palabras son como una forma de cuidados, que permiten entenderme. Porque contar historias es una forma de cuidar”
Lo personal, lo colectivo, lo político
Y lo que se va tramando es un tejido que nos encanta, que va tomando formas, texturas y colores diversos. Una conversación que empieza desde las experiencias de vida, que retoma recuerdos del cuidar, de ser cuidada, de sentirse descuidada o sobreprotegida, de extrañar aromas, abrazos, sabores; que va sumando reflexiones, sobre qué se juega en esa relación humana de cuidar. Y van diciendo, que cuidar no es sólo que “te asistan”, que no es la mera provisión de servicios, que no se trata de tareas instrumentales, que es ante todo la construcción de vínculos, de relaciones vitales y complejas. Que no hay que confundirse, que si hay infantilización no se trata de cuidados. “Que entren a tu vida, a tus cosas, a tus pensamientos, y no pidan permiso no es cuidado, es otra cosa”. Que también entonces hay que tener cuidado con los cuidados, pero también con el descuido.
Así van surgiendo reflexiones sobre lo que implica ser cuidados, cuidarse a unx mismx y a otrxs. Aparecen unos hilos finos y otros hilos gruesos, aparecen pedacitos de telas que vienen de otras conversaciones. Que nos cuidamos entre varies, que “yo cuido a mi mamá que está grande, que mis hermanos me cuidan a mi y me llevan a pasear, que también tengo una tortuga a la que cuido, y todo es como un círculo”. El cuidado respetuoso que nos ayuda a ser va haciendo caminos y vínculos de interdependencias. Pero también que nos cuidamos en comunidad, en el barrio, en las actividades que hacemos con las compañeras.
Y aparece la pregunta: ¿cómo el Estado y las instituciones nos cuidan o nos deberían cuidar? Porque el cuidado también es parte de eso, “de las posibilidades de formarnos, educarnos o tener un trabajo”.
Así se va formando esta conversación que en estos tiempos fríos se parece mucho a una manta para abrigar a otras, o como dijo una compañera: “con las juntanzas podemos hacer puentes para dejar para la gente que viene”. O como dice el proyecto con palabras más técnicas: para construir una agenda de cuidados y apoyos con una perspectiva dislocada, feminista y popular desde el enfoque de derechos humanos.
Las juntanzas pasan, nos vamos poniendo dislocadas
Desde que las compañeras de la Mesa y el Observatorio empezaron a hilvanar este proceso, se realizaron cinco juntanzas. El primero en diciembre pasado estuvo en buena parte dedicado a pensar la gestión menstrual como un derecho de las mujeres con discapacidad, vinculado al derecho a decidir, a tener información, a la accesibilidad, a la salud y a contar con apoyos. En el segundo, ya con el nombre de Juntanza, se empezó a gestar una idea de grupalidad, que se fue consolidando en los encuentros siguientes: el reconocimiento mutuo como compañeras y la sensación de que se está construyendo algo que «va más allá de compartir experiencias individuales» va alimentando el deseo de participar. La quinta fue a principios de agosto. Se realizó en la Facultad de Trabajo Social (UNER) de Paraná, una hermosa Juntanza donde participaron mujeres cordobesas que viajaron hacia Entre Ríos, con el objetivo de compartir y reflexionar sobre esta agenda de cuidados que seguirá expandiéndose con la fuerza y el deseo de la construcción colectiva.
Van pasando los encuentros y el tejido sigue creciendo, fortaleciendo la voz colectiva de mujeres que también conversa en el marco de un proyecto aún más grande que promueve “la inclusión de la discapacidad en las agendas feministas sobre cuidados en América Latina”. En este proyecto también dialogan dos hermosas organizaciones compañeras en este andar y este tramar juntas: MUDEBA (Mujeres derribando barreras) de Jujuy, y la organización ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género), de Buenos Aires.
En ese marco, las juntanzas son una hermosa experiencia, donde en cada encuentro se generan dinámicas de aprendizaje que abren caminos significativos para los próximos encuentros.