Las historias de los hospitales neuropsiquiátricos en todo el mundo en general han sido, y son historias de encierro, de poder médico y de castigos oprobiosos sobre cuerpos y vidas; de arrasamiento de las subjetividades, de abandono y exclusión. Abrir las puertas de estos centros de segregación es levantar una tapa de presión sobre biografías y cuerpos olvidados. Es lo que sucedió con el trabajo de un fotógrafo sobre maletas y pertenencias de unas 400 personas de un viejo hospital psiquiátrico en Estados Unidos. Una experiencia que nos vuelve la mirada, una vez más, a los arrasamientos históricos, y actuales, sobre las vidas de las personas que pasaron por los neuropsiquiátricos en nuestro país, miles de ellas viviendo el encierro durante décadas. Y unas 12 mil, aún en la actualidad.
Hace algunos años había tomado relevancia la noticia de un enorme trabajo fotográfico realizado sobre las maletas y objetos personales de más de 400 internos de uno de los manicomios más grandes de Estados Unidos. En 1995, a casi un siglo de su inauguración, había cerrado el Psiquiátrico Willard Asylum de Nueva York. La mayoría de las personas internadas en ese hospital eran inmigrantes que habían llegado a Estados Unidos a principios del siglo XX. Demencia senil, Parkinson o depresión fueron los diagnósticos asignados a las aproximadamente 55.000 personas que habitaron ese lugar.
Cuando este Neuropsiquiátrico cerró, un empleado encontró dentro de un ático más de 400 valijas pertenecientes a la gente que había estado allí internada. Las valijas habían sido almacenadas cuando sus dueñxs fueron ingresados al hospital. Tiempo después, el fotógrafo Jon Crispin tuvo acceso a todas estas valijas y pertenencias. Seis años le tomó registrarlo todo.
Su trabajo, centrado en retratar las maletas, bolsos y todos los objetos personales que guardaban, es una puerta para conectar con las historias de migrantes, pobres, recién llegados a un nuevo país para terminar siendo psiquiatrizados, internados, sometidos a prácticas como el electroshock (a las que llamaban llamaban the blitz, el bombardeo) Aproximadamente la mitad de las 55 mil personas que pasaron por este hospital encontraron el final de sus vidas en el encierro. Incluso unos 6mil cuerpos no reclamados fueron enterrados en un cementerio que debió construirse anexo al edificio. El hospital, fue convertido en un centro de interés histórico.
“Vidas arrasadas” (como el informe del CELS de 2006 sobre la situación de los hospitales psiquiátricos en Argentina) podría haberse llamado la exposición fotográfica de Jon Crispin, que las exhibe. El fotógrafo la llamó “Willard Suitcases” (Las maletas del Willard). Las imágenes muestran objetos personales, postales, valijas, periódicos, medicamentos, etc. Pero a través de estos objetos, muestran historias, biografías y singularidades aplastadas por el sistema manicomial.
A nuestra compañera Maria Bella, la foto con carpetitas tejidas a crochet le rememoró las que tejía su propia abuela, casi en la misma época que Anna B, la dueña de la valija. Es la mirada la que singulariza, la que vuelve a indagar por la biografías detrás de legajos, diagnósticos y lápidas sin nombre.
Dice Didi-Huberman: La Historia es hija de las historias de quienes han llorado. Nace en el arco que va del dolor al deseo, de la pasión a la acción, de la opresión a la revuelta, a la sublevación que dice “no”. Quien dice “no” puede, después, decirlo todo. Cada vez que soy quemado, quemo. Por cada abatimiento, ira. Por cada tierra arrasada, imprecación. Mi movimiento es plural; mi duración, fluida. Mi emoción, ese fenómeno social, dice “nosotros”. No es la respuesta funcional que se espera de mí, no es un fetiche en el mercado de los llantos. La lágrima es cuchilla y tempestad.
Sitios con más información (en inglés) y fotos: El trabajo del fotógrafo puede consultarse en la web Willard Suitcases y en la cuenta de Instagram dedicada a estas fotografías. También hay más información en la web personal del fotógrafo. Además, la investigadora Linda S. Stuhler reconstruyó en este sitio, The Inmates of Willard (los presos del Willard) parte de las historias de este hospital. En los últimos años lucho por un proyecto de ley que hubiera permitido «a los ciudadanos del estado de Nueva York, conocer cuándo, dónde, y cómo sus ancestros, internados en el hospital murieron y dónde están enterrados», abrir los registros del departamento estatal de salud mental y reconocer las identidades de las personas sepultadas en el cementerio del hospital. La ley, finalmente no se promulgó.